Para la mayoría de la gente, incluso para los estudiantes novatos de Traducción e Interpretación, estos dos tipos de traducciones parecen ser iguales. No obstante, a medida que te adentras en el ámbito de la traducción, es insólito pensar que se trata de la misma disciplina.

En cualquier caso, para las personas ajenas al campo de la traducción, es necesario marcar la diferencia entre ambas con el objetivo de que no sea objeto de confusión.

En primer lugar, la traducción jurídica es la que se realiza sobre documentos legales, es decir, aquellos documentos que se utilizan cotidianamente entre el poder público y los ciudadanos, como, por ejemplo, las leyes, las denuncias, los testamentos o las citaciones jurídicas. El traductor jurídico debe, por su parte, conocer en profundidad este campo temático y estudiar a fondo los sistemas jurídicos de todas las lenguas que presente en su combinación lingüística.

 

Por otro lado, la traducción jurada o certificada es aquella empleada para otorgar a un documento validez legal ante las instituciones oficiales y los organismos públicos (Administración pública), es decir, la persona encargada de realizar esta traducción debe poseer una acreditación por parte del Ministerio de Asuntos Exteriores que lo nombre fedatario público. Toda traducción jurada debe ir acompañada de la firma y el sello del traductor o intérprete.  En este caso, para convertirnos en traductores o intérpretes jurados, es requisito indispensable pasar exitosamente una serie de exámenes y pruebas establecidas por el Ministerio anteriormente citado.

En definitiva, aunque ambas parezcan ser iguales, no tienen nada que ver y es fundamental, en caso de que necesitemos alguna de estas traducciones, asegurarnos de qué tipo de documento estamos hablando y a qué sector pertenece para no equivocarnos en el proceso.

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